Todos los días en el gran Santiago son ajetreados y es lo que amo. Pero lo que diferencia una tarde de Santiago en verano y otra en otoño, es que por la baja de temperatura y el poco tiempo que tienes en otoño, lo único que deseas es volver a casa temprano acurrucarte con alguien que le agrade también de tu compañía y quizás un café recién preparado. Ya no es como en el verano que lo único que deseaba era darme una ducha de agua tibia porque ni loca me daba una ducha de solamente agua fría, para luego tomar mi mejor vestido en conjunto a los mejores zapatos y salir de parranda o algún lugar donde poder pasar el calor en conjunto a tus mejores amigas o bueno porque no a algún hombre soltero que también requiera de una compañía.
Hace una semana atrás el otoño ya había sido anunciado sin embargo aun no se hacía presente lo cual me tenia sin importancia, pero finalmente hizo su entrada triunfal con su aire de triunfador y demostrarme que ya estar soltera no me era agradable.
Si bien siempre tenemos quienes nos rodeen y nos levanten más que algo el ego, y algunos días más que otros, a veces las mujeres necesitamos sentir algo más que ego y mas que sentirnos deseadas, a veces las mujeres necesitamos llegar a casa y saber que hay alguien quien está ahí esperándonos o tan solo llegar a casa y que tu teléfono suene y alguien te diga del otro lado del teléfono, en cualquier parte del mundo: “hey cariño te adoro”.
El estar rodeada de gente no quiere decir que te vas a sentir siempre acompañada y no siempre el tener gente interesada en ti quiere decir que de verdad le gustas o que signifique amor. Sin embargo de vez en cuando es necesario. Pero para mí hoy, no es así. Hoy necesito más que palabras coquetas o halagos, necesito realidad.
Lo malo de sentir todo esto y no poder tenerlo es el hecho de darme cuenta de que realmente le temo a todo esto del compromiso y que una vez que comienzo a interesarme de verdad por una persona y esa persona también en mi, mi espíritu de atleta aparece sin previo aviso, mis pulsaciones se aceleran, y las ganas de salir corriendo son inevitables. Quizás todo esto se deba a mis últimas relaciones fallidas o tal vez a todas las películas y canciones de amor comerciales que salen hoy en día. Tal vez si tal vez no.
Pero de lo que si se es que la mejor manera de no sentirme así es sintiendo amor y compañía de verdad de mi gran amiga Isidora con un trago de happy hour en algún lugar de moda en Santiago y para terminar con la compra de un gran vestido para que se luzca en la gran ceremonia donde las parejas se juran amor eterno en una fría noche de otoño, en los vestidos con más tiempo de preparación que ningún otro.
Si por algo creo en el amor es porque al igual que las hojas del otoño en cualquier momento vuelven a crecer.
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